Cuando se llega al mundo con COVID-19, o bajo sospecha de portarla
Gerardo Contreras Luna
Toluca, 25 May (Notimex).- Es un viernes soleado aquí en Toluca. Este día, México reportó dos mil 960 casos confirmados de COVID-19, y cinco recién nacidos reciben atención por enfermeras y médicos del Hospital Materno Perinatal Mónica Pretelini, tres de ellos son sospechosos de haberse contagiado del virus, mientras que dos ya son casos confirmados.
Con las debidas medidas de seguridad, indumentaria, con equipo completo y respetando las indicaciones de este hospital del Instituto de Salud del Estado de México, Notimex pudo pasar y hacer un recorrido por el área COVID del nosocomio.
El director del hospital, José Anaya Herrera, nos cuenta los altos riesgos de contagio que tienen algunos seres que apenas llegan a este mundo, hoy convulso y azotado por este nuevo y letal virus.
“El contagio puede ocurrir durante el parto, si por alguna razón el neonato es expuesto al virus que porta su madre, también puede ser contagiado durante la lactancia, si se comete algún descuido al lavarse las manos, toser, estornudar o hablar muy cerca de la boca o la nariz del recién nacido”.
El médico añade que lamentablemente el contagio por COVID-19 no es la única amenaza en un feto, también está latente cuando la madre padece problemas respiratorios, pues esto puede obligar a que el parto sea prematuro, suspendiendo el desarrollo pulmonar del neonato o en ocasiones nacer con asfixia, una afectación que puede repercutir el sistema neuronal del recién nacido dejando secuelas de por vida.
En el área COVID llega la hora de comer de los recién nacidos. La leche materna permanece en un banco de leche, ya que los bebés no pueden estar en contacto con la madre, algunos tendrán que ingerirla a través de una sonda, pues su problema respiratorio los mantiene con unos diminutos tubos de oxígeno que ayudan medir su respiración.
Otros, los más estables, podrán beber la leche desde una jeringa mientras la enfermera les da palmaditas en la espalda para provocar un eructo. Todos permanecen en sus incubadoras de terapia intensiva para neonatos, “los hogares de plástico”, como les llama una enfermera.
Son tan pequeños para enfrentar una pandemia que está cambiando al mundo; es difícil creer que la enfermedad que reporta más de 340 mil personas fallecidas a nivel mundial, la tengan estos cinco seres que acaban de ver su primera luz y que hoy duermen como si estuvieran en los brazos de su madre.
Este equipo COVID integrado por tres médicos y médicas y cuatro enfermeras y enfermeros, luce agotado tras su jornada de ocho horas. Todos se quitan el traje con mucho cuidado, tal y como lo señalan los protocolos, pegados en carteles de la pared de la llamada área gris, donde no hay exposición al virus.
“Este es de los momentos que más riesgo corremos” dice una de las doctoras mientras realiza el protocolo: siete lavados de manos intercalados mientras se desprende de bata quirúrgica, googles, primer par de guantes, traje, botas quirúrgicas, mascarilla y segundo par de guantes.
Todo se desecha en unos botes con bolsas rojas que indican el riesgo de contagio que hay en su contenido.
Entonces pueden pasar a otra parte del área gris donde esperan unas botellas de rehidratantes para recuperarse de la perdida de líquidos, después de ocho horas bajo el calor del traje, sin poder ingerir ni un milílitro de agua. “Estando dentro nada te puedes quitar, ni mover, ni ajustar”, dice una de las enfermeras.
Son evidentes las marcas que dejan los googles y la mascarilla N95 en el rostro del personal médico; surcos de piel maltratada por la presión de la protección en el rostro, similar a cuando el Sol marca siluetas en el área bronceada, solo que éstas arden y duelen constantemente.
También es clara la lesión en la nariz de doctoras y enfermeras. Una de ella porta un curita. “Ya tengo llagas en esta parte del tabique, me duele mucho, es la que más duele, está expuesta”, dice, señalando con su índice izquierdo la nariz, mostrando las bandas quirúrgicas que se ha colocado para sanar la herida o evitar molestias al día siguiente, cuando tendrá que colocarse de nuevo la mascarilla.
Dentro del área COVID hay una limitación marcada con una cinta roja pegada al suelo, la cual marca que allí solo pueden pasar los médicos, médicas y personal de enfermería que estará en contacto con los pacientes.
El personal que asiste no puede pasar a ese sitio, como tampoco, en este caso, los reporteros. No obstante, todos portamos el traje completo Tyvek (de poliproplieno, tela con plástico) que incluye dos pares de guantes, botas quirúrgicas, googles y mascarilla N95.
Algunas doctoras y enfermeras bromean y hay espacio para risas, más cuando este reportero gráfico muestra el sudor que se transparenta a través de su Tyvek.
“Y eso que llevan dos horas aquí, imagina nosotros que hemos tenido que hacer guardias de 24” dice una enfermera ¿o médico?, no es posible distinguir cuando todos los que estamos dentro parecemos los mismos, astronautas en un viaje que nadie pidió.