Luis Eugenio Espinosa González, profesor de la Escuela de Educación y Humanidades de la Universidad de Monterrey, ofreció la conferencia virtual China, su legado espiritual, dentro de las actividades de la Feria Internacional UDEM, dedicada este año a China

El mayor legado espiritual de China es ofrecer una diversidad para “alimentar” el exterior de las personas, a través de prácticas físicas, o su interior, con la meditación, pero su “gran limitación” es que, al no haber autoridades religiosas centrales, sobreviven los prejuicios, en opinión de Luis Eugenio Espinosa González.

El profesor de la Escuela de Educación y Humanidades de la Universidad de Monterrey, ofreció esta mañana la conferencia virtual China, su legado espiritual, dentro de las actividades de la Feria Internacional UDEM, dedicada este año al país asiático.

Durante su plática a través de la plataforma zoom, Espinosa González hizo un recorrido histórico por las diversas vertientes religiosas que se desarrollaron en China, encabezadas por líderes como Lao Tsé o Confucio y que derivaron en prácticas físicas.

“Nosotros no vemos más que una parte que es el ejercicio de meditación terapéutica; (pero) el proyecto espiritual tiene que venir desde la cabeza, (sea) católico, cristiano, budista o taoísta, hay un camino espiritual y lo otro son prácticas o mediaciones”, aclaró el catedrático.

El Doctor en Teología por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, exhortó a no confundir las manifestaciones físicas o prácticas, como portar una medalla sagrada o asistir a un templo, con la espiritualidad, que se refiere más a un proyecto de vida al que se aspira.

Agregó que, para los países occidentales, el yoga o el taichi son prácticas generalizadas que consisten en un ejercicio físico, pero para un hindú o un chino, es solo “poner el cuerpo a tono”; después debe venir la meditación o la parte espiritual.

El ponente advirtió sobre las consecuencias de que los seguidores de un culto no tengan una autoridad central que los oriente, como sucede con el budismo, el taoísmo o el confucianismo, ya que pueden caer en malas interpretaciones de sus doctrinas, incluso esta amenaza está presente en religiones con liderazgos definidos, como la católica.

“Si alguien anda muy mal en su catolicismo y piensa que matar al prójimo es agradar a Dios –porque desde las épocas de las cruzadas hemos tenido bárbaros–, por más que el Evangelio diga que hay que amar al prójimo y yo entiendo que nomás a los que son de mi club, si hay alguien que haga esa interpretación sin una autoridad central, los prejuicios sobreviven”, sostuvo.

“Toda la riqueza está ahí, para quien la sabe buscar; todos los prejuicios están ahí, para quien los sabe buscar: pensamientos mágicos, alquimia, recetas sacadas de contexto”, afirmó.

Espinosa González se refirió a la llegada al poder de Mao Tse Tung para fundar la República Popular de China, en la segunda mitad del siglo pasado, pero que “inteligentemente” no prohibió los cultos religiosos, aunque él instauró un régimen marxista-leninista.

“Los monjes acarrean a tanta gente, como algunas devociones populares, que se podía volver un núcleo de resistencia política contra el ateísmo de Mao, entonces, a ellos no les importaba que la gente hiciera tai chi, mientras no hubiera un líder religioso que encabezara la grilla contra el régimen”, explicó.

Y el resultado de situaciones históricas como esa es que la gente, a un lado y al otro del océano Atlántico, ya se acostumbró a usar técnicas o mediaciones venidas de China, de Japón o de la India, que no se conectan con una religión.

“Ya no hay esa idea de una conquista política, ¿por qué digo política?, toda religión nació tejida de política: ‘rezar el rosario con el grupo que defiende a ese partido político’; esa idea de cómo tu religión se vuelve política hace que las iglesias tengan miedo de que si la gente ya no rezó el rosario con su grupo, sino que está solita haciendo meditación, pierde fuerza política”, expuso.

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