Se lleva a cabo misa de cuerpo presente dos sacerdotes Jesuitas Javier y Joaquín
Pastoral Siglo XXI.- Cientos de feligreses e integrantes de la comunidad se reunieron para despedir en misa de cuerpo presente, a los dos padres asesinados en Cerocahui.
La Santa misa se realizó al mediodía en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Chihuahua, la cual fue presidida por el arzobispo de Chihuahua Mons. Constancio Miranda.
Debido a la gran cantidad de gente que asistió, las sillas fueron insuficientes por lo que algunas personas participaron de la eucaristía desde fuera del templo.
Antes de concluir la celebración eucarística , tomó la palabra el sacerdote jesuita Javier “El Pato” Ávila, quien sirve en la parroquia de Creel, quien dijo de sus hermanos eran de “corazón humilde y abiertos a los demás. Para ellos se acabó el combate, nosotros seguimos adelante. Con este evento compartimos el dolor del pueblo, amar y compartir hasta dejar la vida”.
Añadió que, como sacerdotes jesuitas, comprenden la aceptación de estos hechos, “no es resignación, es la serenidad de la vida. Se fueron sin pedir permiso y partieron con su morral lleno de historias y de amores”.
Dijo que Javier y Joaquín, están felices porque trajeron a la sierra “al Onorúame, al Padre bueno que es esperanza, compasión, sentido y plenitud”.
Recordó que eran dos sacerdotes profundamente humanos. “Es grande el dolor que nos dejan estas muertes, pero no olvidemos que son miles de muertos en nuestro país, muertos y desaparecidos”.
Ante la violencia en Chihuahua, que amenaza las actividades civiles y religiosas, el Padre Ávila refrendó que “los jesuitas no abandonaremos nuestra misión y menos a nuestra gente, sabemos perdonar y perdonamos, hay dolor, pero no angustia ni rabia, hay huecos y vacíos, pero no hay ausencia.
Sus nombres seguirán rebotando en el eco de los barrancos y en el susurro del viento que recorre los pinos y las montañas”.
Afuera y dentro de la iglesia, varios hombres y mujeres rarámuri, con sus hijos, bailaron Pascola, su danza tradicional, y velaron a sus sacerdotes jesuitas.
En las calles frontales de la iglesia y frente a los féretros en el altar de la iglesia, se escucharon los tradicionales violines tarahumaras, más tristes que nunca, y los tambores resonaron llamando a su Dios, a Onorúame, frente al llanto y dolor de perder a sus añorados sacerdotes.